Había estado siempre
al borde de su asesinato.
Hoy la acribillé,
pero fue por negligencia, sin dolo:
apreté el gatillo sin querer.
El agujero que chorrea
puntos descarrilados
me hace mirar a todos lados
buscando testigos
y compungirme.
Es este uno de esos crímenes
que sólo queremos confesar
entre la vergüenza y la culpa.
Eras mi favorita, mi bienamada;
única, encontrada, irreemplazable.
La verdad es que no se me rompió la panty;
rompí la panty,
y con la predecible torpeza
de un quinceañero
desvistiendo la experiencia envuelta
en finas pantimedias.
Matilde por que no has actualizado tu blog???
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